Según nos narra una publicación automovilista de la época, allá por el 1908, se veía rodando por las calles habaneras un curioso automóvil pintado de blanco.
Aquel automóvil llamaba la atención a su paso, por el estrepitoso sonido, Choccc…, choccc… de su válvula de escape, lo cual le valió que fuese bautizado con el nombre de “La Chocolatera”.
El llamativo auto era de la marca DION-BOUTTON, y contaba con un motor de un solo cilindro y doce caballos de fuerza.
Su sistema de encendido era lo que en aquel entonces se denominaba “doble encendido”, ya que lo hacía por batería y magneto.
Este modelo fue de los primeros que uso el “cardan” sobre el diferencial y su caja de velocidades transmitía su fuerza por “fricción y engranajes”; el enfriamiento era por agua con “radiador y bomba centrifuga” y su lubricación se lograba con una “bomba de presión”.
Los adelantos técnicos de este automóvil le valieron ser galardonado con el primer premio de la Exposición de Paris de 1906.
Según se relata, un maestro de obras tenía que trasladarse a la Capital Vueltabajera a cerrar un contrato, pero una huelga de los ferrocarriles lo obligo a recurrir al uso del automóvil.
Debido a las malas condiciones de la carretera, ningún propietario de auto de alquiler quiso llevarlo por menos de Ciento Cincuenta Pesos ida y vuelta, pero escandalizado por el precio, recurrió por amistad a su amigo Santa Coloma.
El DION-BOUTTON salió de la Habana con cuatro pasajeros a las cuatro de la mañana y a las dos en punto de la tarde, hora en que vencía el plazo para celebrar el contrato, bajaban del auto en una notaría de Pinar del Rio para cumplir con la firma de este.
Se tienen noticias de que para el año 1926, este automóvil aun rodaba por las calles de La Habana con capó y radiador Ford. Lo hacía bajo la conducción de un señor nombrado Benito H. Herrera que lo adquirió del señor Santa Coloma por la cantidad de trescientos pesos.