Existió en La Habana un garaje ultramoderno con tantos adelantos que incluso al día de hoy para cualquier conocedor del mundo del automóvil, no pasa desapercibida el hecho de que en tan temprana fecha como en el año 1928, existiera en La Habana un servicio para automóviles de tan revolucionaria tecnología.
El inmueble que ocupaba la estación de servicio, se construyó expresamente con ese fin por la firma Cortiñas, propiedad del Señor José Eugenio Cortiñas.
Dícese que en él se emplearon las mejores técnicas de construcción de la época. Se edificó a base de hierro, cemento y piedra. Tuvo un costo de cien mil pesos y según una reseña publicada en la prensa, era totalmente resistente al fuego.
Con una superficie de mil metros cuadrados, tenía una extensión por la fachada de la calle escobar de cuarenta y tres metros; las fachadas de las calles malecón y San Lazaro, ocupaban una longitud de veintidós metros cada una.
Paralelo a la fachada de escobar, se extendía un corredor de 15 metros de ancho, a nivel del pavimento. Este permitía la circulación de los autos por el interior de la estación, con entrada y salida por las Avenidas de Malecón y San Lazaro.
A los lados del corredor y montado sobre las aceras, se encontraban situados los surtidores para servir gasolina, agua, aceite y aire a los vehículos. Servían estos para que los conductores protegidos de las inclemencias del tiempo pudieran habilitar sus autos con comodidad.
La moderna estación funcionaba con cinco bombas de gasolina y posibilidades de ampliar hasta ocho. Tambien disponia de una bomba manual para servir por medidas la gasolina en caso necesario. Contaba con un sistema de surtido centralizado de aceite que era único de su clase en la Habana. El sistema funcionaba con ocho tanques debajo del pavimento. Desde aquellos se extraia el aceite con el uso de aire comprimido y ocho válvulas de presion. Con el empleo de ocho tubos de cristal iluminados por un bombillo eléctrico, se podia apreciar el color y la densidad del aceite.
A los anteriores artefactos se sumaban tres surtidores para agua y aire. Fueron estos últimos de los primeros con funcionamiento automático que se reportaron en La Habana. Los aparatos para el agua y el aire contaban con una manecilla de reloj para marcar las libras de presión deseadas. Una vez que alcanzaba la presion indicada para el neumatico, un timbre lo avisaba. Posteriormente, se detenía automáticamente el inflado .
Para el surtido de gasolina, la estación contaba con seis tanques soterrados. Cada uno de los tanques tenia una bomba accionada por motor eléctrico. Esto permitía la posibilidad de despachar seis marcas de gasolina con el empleo de una palanca de distribución central accionada desde la oficina de despacho. Desde la oficina de despacho se dominaba toda las estación. Entre las marcas de gasolina que se comercializaban se encontraba, Shell, Sinclair, Belot y Esso.
Por la calle Escobar se accedía a una tienda de venta de accesorios. Contaba por este acceso con taller de mecánica y estación para carga de acumuladores. Tambien habia plantas de engrasar hechas con soportes de acero y concreto que podian atender camiones y ómnibus. Se contaba ademas con taller para la reparación y vulcanización de cámaras y neumáticos.
Tenia también un parqueo para automóviles en la planta alta. Este era de una superficie de mil metros cuadrados y los autos se subian con el uso de dos elevadores. De los elevadores, uno era eléctrico y el otro manual para casos en que fallara el fluido eléctrico.
En el garaje podían alojarse hasta cincuenta autos ordenados en tres hileras paralelas a la calle Escobar. Para colocar cada auto en su sitio, existía una plataforma de trasbordo que corría sobre carriles de acero y cojinetes de bola. Esto ayudaba a aprovechar el espacio; ademas evitaba el surgimiento de un incendio, por mover los autos con los motores encendidos en el interior del edificio.
El suministro de agua se garantizaba mediante un tanque soterrado con capacidad de veinte y cuatro mil litros; sumado a dos tanques en la azotea de diez mil litros cada uno. Ello permitía mantener el servicio de fregado de autos por varios días, aunque faltara el suministro del vital líquido en la ciudad.
Cerca de los elevadores se encontraban tres vallas de fregado que permitían limpiar igual cantidad de autos al mismo tiempo. Para ello se empleaban bombas de agua de pistón que alcanzaban una presión de hasta trescientas libras. Para la limpieza de los autos, contaba también con un aparato de vacío, lo cual permitía aspirar el interior del auto y los cojines.
Todos los adelantos con que contaba esta estación de automóviles eran de los más modernos de la época. Aun al día de hoy existen talleres y estaciones de servicios que no cuentan con los artefactos que dispuso esta casa en su epoca.
El edificio sigue en pie en el mismo lugar de la calles Escobar entre Malecón y San Lazaro. Este ha vencido la prueba del paso del tiempo y el azote constante del salitre del mar. Hoy cumple una nueva función, diferente a la de su origen. Aloja una clínica de servicios primarios de salud. Actualmente es imposible pasar delante de él, y no reparar en el hecho de que fue la Casa de Automóvil; una de las estaciones de servicios para autos más modernas de La Habana.