El 26 de febrero de 1917, arribó al puerto de La Habana el Sr Henry Ford en su yate “Sialia”. La noticia de tan notable hecho fue documentada por una publicación automovilística de La Habana de principios del Siglo XX,
El yate de unas trescientas toneladas de desplazamiento y color blanco estaba dotado de los más modernos equipos de navegación de su época.
El Sr Henry Ford, una figura icónica de la industria automotriz a nivel internacional, estuvo de visita en la Habana. Su estancia, la hizo acompañado de su esposa Clara y el Ingeniero Jefe de las fabricas Ford.
En el puerto de La Habana fueron recibidos por el Sr. Laurence B. Ross, agente General en Cuba de la marca Ford por aquella epoca.
Según narra el periodista de la publicación que reseña los detalles de tan prestigiosa visita a La Habana, el Sr. Ford vestía de forma sencilla y modesta.
Llevaba puesto “Un sombrero de pajilla; un flus verde gris de medio uso; corbata de piqué blanco y zapatos de lona del mismo color; una camisa ligera de uso tropical y como faja una correa de hebilla empavonada.”
Durante su recorrido por las calles de La Habana, Ford y sus acompañantes prestaron especial atención a los detalles más insignificantes de la vida citadina. En el paseo observaron detenidamente cada una de las vertientes arquitectónicas de la capital cubana.
Cuenta el periodista que el primer lugar visitado en La Habana por Henry Ford fue la Agencia del Sr. Laurence B. Ross.
En el lugar “los empleados apenas se dieron cuenta de la llegada del célebre personaje. Este entró a la agencia como dueño de casa y mientras el Sr. Ross volvía la espalda, él se adentró en los talleres de mecánica. Una vez dentro, contempló el trabajo en silencio por unos instantes, formuló preguntas a los operarios relacionadas con su labor; estos le contestaban sin volver la cabeza, ignorantes de la identidad del recién aparecido.”
Al salir de la agencia de Laurence B. Ross, en la puerta se le invitó a contemplar “un Ford de siete asientos”. El automovil tenia ruedas, guardafangos, carrocería, distribución, fuelle, asientos, capo y radiador, todo tipo especial.
Era aquel auto una verdadera obra de transformación del modelo de la fábrica realizada en los talleres de carrocerías de La Habana.
Continúa contando el escribidor, que el Sr Ford lo examinó con todo detenimiento y solo exclamó: “Es una curiosidad…”
Según nos relata, el Sr. Ford opinaba que su automóvil salía de la fábrica modelado y dotado con todo arreglo a estudios detenidos y completos.
Toda innovación adicional al estándar del fabricante resultaba a su juicio absolutamente innecesaria y el dinero que se gastaba en ellas, lo consideraba un despilfarro.
En resumen, el Sr Ford vino a Cuba para una visita de corto tiempo y pasó en La Habana más de una semana. En ese tiempo realizó excursiones automovilistas diarias, de las que según cuentan, se mostró encantado por lo pintoresco de los caminos recorridos.
Como parte de sus recorridos visitó algunos ingenios azucareros, haciendas cafetaleras y expresó haberse sentido extraordinariamente complacido de su visita a tierra cubana.